Casa Pacific View Point / Luigi Rosselli

Atracado en los escarpados estratos rocosos de la costa del Océano Pacífico, este hogar en los suburbios orientales de Sydney es un lugar para la contemplación; un lugar para observar y absorber el brillo del agua, cada pliegue y caída de las olas, el sereno paso de los cetáceos y los cúmulos, las infinitas permutaciones de texturas y matices que forman una bienvenida desviación de nuestras preocupaciones urbanas y mundiales.

Dispuesto en una composición de capas desplazadas, la geometría de la fachada principal refleja la complejidad de la línea fronteriza frontal, ambas generadas por la geología irregular del sitio. Los ángulos de cada nivel de la casa están posicionados con precisión para optimizar las vistas de los ocupantes, manteniendo al mismo tiempo la armonía vecinal, asegurando que las líneas de visión de los residentes adyacentes no se vean afectadas.

A la manera del bauprés de una majestuosa nave alta, los pisos superiores de esta residencia se extienden hasta la amplia vista del horizonte. En el nivel superior, un prominente arco de cristal curvo captura la escena que va desde la playa de Bronte hasta los cabos de la mundialmente famosa Bondi, y las cubiertas son aptas para que un capitán comande las impresionantes vistas. Un nivel más abajo, las ventanas panorámicas del estudio permiten el acceso visual a una fuente de inspiración sin fin, mientras que el dormitorio principal empotrado se abre a un balcón que atrapa las frescas brisas del océano y ofrece un lugar de consuelo.

En la planta baja y en las estrías de la planta baja, la tierra apisonada y la arenisca son materiales apropiados para anclar la casa en el punto que ocupa entre el mar y el cielo; las aberturas más moderadas de las ventanas reflejan la perspectiva de tierra.

Viviendo verticalmente en varios pisos, una escalera ya no es simplemente un espacio de transición sino un elemento integral de la vida cotidiana. Esta escalera, que une el garaje con las principales zonas de estar de la casa, contiene en su núcleo un ascensor que garantiza la habitabilidad de la casa durante varias generaciones, y su construcción de paredes y peldaños de bloques de vidrio translúcido forma un pozo de luz inmersivo en el que la experiencia de ascender y descender es similar a la de un submarinista que se aventura en las profundidades.

La arquitecta del proyecto, Jane McNeill, y la diseñadora de interiores, Romaine Alwill, se han asegurado de que un concepto arquitectónico tan elemental también proporcione un entorno familiar habitable y confortable, requisito previo para la arquitectura humanista.