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Punta Mayia | GARQUITEG

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Una casa de inspiración mediterránea con elementos vernáculos oaxaqueños

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Situado en Zicatela, Oaxaca, en la costa suroeste de México, dentro de la conurbación de Puerto Escondido, este edificio se encontraba en un lugar de gran demanda turística y era ideal para el recreo. Con una población de 45.000 habitantes, esta ciudad destacaba por sus playas recreativas y de surf, su gastronomía, su orografía, su arquitectura vernácula y su encanto bohemio. Estas características posicionaron a esta ciudad como uno de los destinos vacacionales de mayor crecimiento y atractivo a nivel nacional e internacional.

Situado en una de las zonas con mayor potencial turístico, a sólo 10 minutos a pie de la playa, el proyecto fue diseñado mediante un riguroso análisis de mercado para responder a la alta demanda vacacional y ofrecer una opción accesible e innovadora para turistas locales y extranjeros. Punta Mayia se ubicó en una parcela rectangular adyacente a una zona de gran afluencia turística. Su proximidad a la playa y a diversos comercios la convertían en una residencia privilegiada dentro de su contexto inmediato.

La oferta preexistente en las inmediaciones del solar estaba marcada por residencias con escaso o nulo diálogo entre las zonas privadas y públicas. La falta de residencias de alquiler vacacional que disfrutaran de zonas comunes para promover una experiencia interna significativa creó el reto central de Punta Mayia. El proyecto pretendía atraer a turistas de entre 20 y 45 años, ofreciendo una experiencia segmentada y adaptada a este grupo demográfico. Con todas estas consideraciones en mente, la residencia fue concebida con la idea de crear múltiples habitaciones de alquiler exclusivo para la plataforma Airbnb, siendo los objetivos principales su aprovechamiento económico promovido a través de una nueva propuesta vacacional donde los espacios públicos fueran protagonistas. De esta forma, la residencia promovía una experiencia y disfrute tanto dentro como fuera de sus instalaciones, estableciendo un valor añadido para sí misma y marcando un referente para el entorno.

Formalmente, el proyecto se resolvió a través de 3 volúmenes rectangulares principales dispuestos en cada una de las tres esquinas del terreno, alrededor de la piscina y el patio principal. Cada uno de ellos albergaba dos habitaciones distribuidas en dos niveles. De esta forma, el programa comprendía seis habitaciones, cada una equipada con un cuarto de baño, una cocina exterior cubierta en la terraza, que perforaba y esculpía los volúmenes principales. Además, incluía una sala de máquinas, un trastero, una terraza central, un espacio comercial con medio baño y un garaje para dos vehículos. El local comercial estaba situado junto a la entrada principal y servía como espacio adicional para maximizar la generación de ingresos. Estaba destinado a la venta de artesanía local para los distintos turistas locales y extranjeros de la zona. La terraza central destacaba como núcleo de convivencia en torno al cual se articulaban las circulaciones entre las zonas privadas.

El estilo arquitectónico se inspiró en la arquitectura mediterránea, en particular la de ciudades griegas como Mykonos y Santorini, para promover un ambiente de playa activa en todo el proyecto. El diseño también incorporó elementos de la arquitectura vernácula tomados de las residencias indígenas históricamente presentes en la zona. Éstos se reflejaron en la disposición de volúmenes fragmentados, que albergaban espacios privados, en torno a zonas comunes centrales.

Los acabados y materiales se seleccionaron en función de su durabilidad y bajo mantenimiento dentro de las inspiraciones. En el exterior, el cemento blanco cobró protagonismo, manifestándose en las fachadas de los volúmenes principales, complementado por los tonos arena de las piedras naturales utilizadas como carga dentro de la mezcla de cemento para todos los pasillos y escaleras que servían de circulaciones principales. Este color se utilizó principalmente para mitigar la incidencia solar y reducir las temperaturas internas. Secundariamente, madera de macuil y hueso de coco en los techos en tonos grises, y luminarias de mimbre en tonos cálidos contrastaban cromáticamente con el blanco predominante. Las puertas y ventanas, también de Macuil y pintadas en tono azul cielo, completaban la paleta cromática. Por último, el mosaico de la ducha exterior aportó un detalle visual y un acento.

En el interior, el blanco de las fachadas de cemento penetraba para dar una sensación de continuidad al ambiente playero. El mismo azul celeste de las puertas y ventanas repetía los acentos cromáticos del exterior, añadiendo una autenticidad y confort únicos a los ambientes playeros presentes en la zona, reforzando el estilo arquitectónico mediterráneo. Para estos espacios se diseñó un mobiliario especial, y los acabados se seleccionaron meticulosamente a tal efecto, con enlucidos de cemento y pintura en las paredes, suelos, fregaderos y cocinas acabados en cemento blanco y moldes de marmolina.

Uno de los detalles más significativos del proyecto fue el rescate del árbol del vecino, logrado a través de una perforación en el muro colindante del lado sur. Este detalle daba la bienvenida a la entrada de una de las habitaciones, cuya copa se extendía hasta cubrir el espacio de la estancia, proporcionando una conexión directa con la naturaleza endémica. De forma complementaria, se dispuso vegetación estratégica dentro de la residencia para potenciar la disponibilidad de elementos.

El proyecto destacó por su diseño, estilo, colores y funcionalidad, ofreciendo una propuesta arquitectónica única en la zona, fusionando con éxito elementos tradicionales mediterráneos de la arquitectura vernácula en un entorno que invitaba al relax y disfrute de sus huéspedes. Con ello, se convirtió en un referente en la zona, teniendo en cuenta su ubicación y la alta demanda turística de la zona.